(“I have questions”- Camila Cabello)
—Hola.
—Hola. Ha pasado tiempo. ¿Por qué me invocas ahora?
—Porque estos días te he pensado. No solo a ti, también a otras decepciones. A otros errores. A otros fracasos y a otros “¿qué habría pasado si…?”. El otoño siempre tuvo ese efecto en mí.
—Entiendo. —Media sonrisa—. ¿Y esa canción?
—Bueno, también me recuerda a ti.
—¿Por qué?
—Porque son preguntas. Preguntas para ti que me persiguen. Todas las preguntas que siempre quise hacerte, que nunca te hice, y que quiero hacerte ahora.
—¿Y por qué ahora?
—Porque estoy cansada y quiero dejarte atrás.
—¿Aún no lo hiciste?
—Pensaba que sí. Pero me he dado cuenta de que no.
—¿Y cómo te has dado cuenta?
—Soy yo la que tiene preguntas.
—No te obligo a responder.
—Está bien. Porque aun ahora, años después de haberte dicho adiós, sigo pagando las consecuencias de haberte conocido. De haberte querido. De haber confiado en ti.
—Sabes que nunca te pedí que lo hicieras, ¿cierto?
—Sí, lo sé. Y aun así, como dice la canción, te lo di todo de mí: mi sangre, mi sudor, mi corazón y mis lágrimas. Estuve ahí cuando nadie más lo estuvo. Y a cambio, solo me dejaste dolor. Desconfianza. Mentiras. Abandono. Miedo.
—Siempre tuviste miedo…
—Tal vez. —Sonrisa triste—. Las circunstancias nos hacen temer. Pero también es cierto que cuando vences ese miedo para dar una oportunidad, para darte una oportunidad, y fallas, vuelve aún con más fuerza, con más intensidad. Con una coraza que se instala intermitente en tu pecho.
—¿Y a qué tienes miedo? Estoy lejos, muy lejos de ti; mi voz ya no es un peligro para ti.
—¿En serio lo preguntas? No, no te tengo miedo a ti; hace mucho que dejé de temerte, en el momento en que dejé de sentir nada por ti. No me confundas, ni siquiera es odio. Es eso, nada.
—Ya. Temes a los demás, crees que son como yo… —Sonríe.
—No. Afortunadamente, no todos son como tú. No te des tanta importancia.
—Entonces, ¿cuál es el problema?
—El problema es que hiciste un buen trabajo. Tanto me repetiste que yo no valía nada, tanto me hiciste creer que no merecía amor, ni amistad ni confianza, que solo merecía soledad y dolor que, aunque después de ti ha habido personas que me han apoyado, que me han querido y han recompuesto los pedazos de mí que dejaste devastados…, ese poso sigue ahí. Una parte de mí sigue sumida en el miedo, en la inseguridad, sigue siendo vulnerable, muy vulnerable, y a veces ansía esa coraza; solo porque una pequeña parte de mi alma sigue recordando ese mensaje que le enviaste y acabó creyéndoselo. Acabó creyendo que, quizás, realmente no merecía ser amada, que solo merecía estar sola. Y tanto la convenciste de ello que le cuesta creer algo diferente. Y por eso comete errores. Por eso le duelen los recuerdos.
—¿Y vas a decirme que eso es solo culpa mía? —Alza una ceja irónicamente.
—No, no es solo tuya, también es mía. Y no eres mi único estigma… pero sí el más grande y doloroso. Puedes estar orgullosa.
*Silencio*.
—Número 1. ¿Por qué me dejaste quemándome?
—Yo no te dejé; tú te fuiste.
—Cierto. Pero lo hice porque no podía soportar más el infierno en el que me mantenías; bueno… o en el que yo me empeñaba en mantenerme. ¿Por qué me hiciste quemarme así?
—Yo no te hice quemarte. Fui solo yo misma, siguiendo mis sentimientos y las circunstancias. Tú debías decidir si lo aceptabas o no.
—Una respuesta digna de ti, tan… diplomática; siempre se te dio bien jugar con las palabras para tu beneficio.
—Gracias. —Sonríe orgullosa.
—Número 2. ¿Quién te creías que eras? No solo para intentar romper mi fe, sino también mi esperanza, mi autoestima; mi corazón.
—Era solo una persona a la que quisiste demasiado. —Ríe—. De la que dependiste demasiado, en la que confiaste demasiado, a la que le diste demasiado. Muchas veces te lo advertí, y no me escuchaste. Te empeñaste en darme algo que en realidad yo no necesitaba, no quería ni valoraba; algo que no podía ni quería devolverte. Y llegó un punto en que lo supiste, porque sentías cada uno de mis desprecios, cada uno de los golpes que te daba, y aun así seguiste dándomelo todo hasta quedarte sin nada. Lo hiciste porque quisiste, porque me querías a pesar de todo, y eso me dio poder sobre ti. ¿Por qué no iba a aprovecharlo?
—Número 3. ¿Y por qué me mantuviste a tu lado, haciéndome pasar por una tonta? ¿Por qué me alejabas y atraías constantemente con falsas palabras? ¿Tan difícil era haber sido honesta, sincera, y ahorrarme algún sufrimiento?
—Soy sincera.
—No. Siempre decías eso, pero sé…, sabemos, que no lo eres. Lo tuyo no era sinceridad, sino crueldad.
—Has aprendido bastante estos años… —Media sonrisa.
—Entre otras cosas, gracias a ti. Responde a la pregunta.
—Supongo que me distraías; sabes que lo hice así también con otros. Siempre sería mejor teneros a vosotros que nada. Y, además, me ayudaste a conseguir muchas cosas, me diste muchas cosas: dinero, ayuda en los estudios, diversiones, buenos regalos… Por favor, ¡si hasta te quedabas sin desayunar para que desayunase yo! Habría sido una estupidez renunciar a eso; solo lo hice cuando ya no tenías nada más que dar.
—Es cierto, habría sido una estupidez. Y la estúpida ahí era yo, no tú.
*Sonríe*.
—Número 4. ¿Por qué no fuiste quien juraste que serías?
—Sí lo fui…, por un tiempo. Lo sabes.
—Un muy corto tiempo… ¿Fue cambio o fingimiento?
—No lo sé; quizás un poco de ambos, según se mire y según se fueron dando las circunstancias. Soy egoísta, lo sabes; solo hice lo que resultaba mejor para mí en cada momento. Y solo soy un recuerdo, no puedo responderte a algo que no sepas ya. Supongo que no lo sabrás nunca.
*Sonrío. Silencio*.
—Gracias. Necesitaba que me respondieras; necesitaba responderme estas preguntas. Y ahora, quiero que te vayas y que no vuelvas nunca.
—De nada. Pero… la canción hace dos preguntas más; ¿no necesitas hacérmelas?
—No, porque hace mucho que sé las respuestas… “¿Te importa?”: no, nunca te importó, nunca te importé; ahora estoy segura. “¿Por qué no te importa?”; esa es más simple aún: porque nunca me quisiste. De ninguna de las formas en que se puede querer a alguien.
*Silencio*.
—Y ahora que tienes tus respuestas, ¿qué harás?
—He recordado. He pensado. Y, aunque no lo creas, he reaccionado. Han llegado otras personas a mi vida después de ti, personas que me han enseñado y aportado mucho, que me quieren, me valoran y se preocupan por mí, y por eso voy a seguir adelante y a aprender. Voy a quererme. Voy a luchar. Voy a darme una oportunidad, a mí y a quien me la pida. Voy a olvidarte. Y ¿sabes? No voy a dejar que me hagas daño nunca más.
*Sonríe y, lentamente, se desvanece*.
—Adiós.
M.J. Carrillo.
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