Dicen que el primer beso no se da con los labios, sino con la mirada. En mi caso, mi mirada no fue directa a su boca, sino a sus ojos, y ahí me perdí.
El primer beso llegó más tarde, ante un cielo y un mar como este; un beso torpe, nada parecido a lo que se ve en las películas, pero fue el primero y en su momento se sintió perfecto.
Ha pasado un tiempo, y ahora aquella perfección tiene un regusto agridulce, mezcla de melancolía, algunos buenos recuerdos y, ya sí, un corazón cicatrizado.
Este mar fue el origen; este mar fue testigo; y, ahora y siempre, es bálsamo.
M.J. Carrillo.
14/02/2022
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