Llega la medianoche, y es entonces cuando te das cuenta de que tu vida quedó truncada, marcada, mucho tiempo atrás, antes incluso de que tuvieses edad suficiente para entenderlo, antes de que fueses consciente de ello… Marcada de una forma repentina, cambiando tu destino para siempre; tanto que ha determinado tu carácter, tu personalidad, tus decisiones, tus temores y debilidades, tus necesidades y tus deseos… siendo todos ellos los que han dibujado tu recorrido hasta aquí, para bien y para mal, los que te hacen ser quien eres, los que te han hecho sentir como sientes.
Y, de repente, recuerdas, mientras la oscuridad de la noche te envuelve, y es entonces, solo entonces, en el instante en que te quedas a solas y miras frente a frente a tus demonios interiores, cuando te atreves a admitir, al fin, que aquel sentimiento no era otra cosa más que amor. Un amor cruel y no correspondido, el primero, puro e intenso…, un amor que casi te destruye y por el que lo hubieras dado todo, aunque en aquel momento no fueras capaz de entender, de reconocer, de atreverte a imaginar siquiera qué era aquel sentimiento dichoso, y también doloroso, que inundaba tu corazón.
Ahora lo sabes, años después, cuando casi se han curado las heridas y tienes el valor y la madurez suficientes para comprender que es posible, que uno no elige de quién se enamora, ni cuándo, ni dónde, ni de qué forma. No existen las reglas cuando se trata de amar, ni tampoco las barreras, aunque vengan impuestas por el cuerpo que cubre nuestra alma.
Ahora lo sabes, y quizás después de todo lo sufrido, de todo lo reído y llorado, de todo lo aprendido gracias a ese cruel desamor, que te hizo conocerte un poco mejor; ahora que gracias a todas las lágrimas que derramaste, con las que pagaste cada instante de felicidad que viviste a su lado, has conseguido ser más fuerte…, tal vez ahora tu corazón sea lo suficientemente valiente para arriesgarse y entregarse a ese sentimiento que mueve el mundo.
Y es que ahora lo sabes, eso es lo que tu corazón anhela: encontrar a esa persona que lo haga latir con fuerza con solo una mirada, con solo un roce de sus manos, para tomarlas entre las tuyas y no soltarlas jamás; hallar a esa persona, sea quien sea, esté donde esté, saber que es ella entre los miles de millones de habitantes del mundo y poder amarla, y que te ame… ¿acaso es eso posible? Es casi un milagro, algo mágico…
¿Acaso existe la magia? Tal vez, pronto, lo sepas…
M.J. Carrillo.
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